Books Critic

Revista Latitutes 2009

Estuvimos presentes en la Guerra Civil Española

Por: Johan Figueroa González

Sí, podemos afirmar, que miles de puertorriqueños fueron parte de la Guerra Civil Española. A solo tres décadas desde la instauración del Gobierno estadounidense en Puerto Rico, los conflictos bélicos acontecidos en la Península Ibérica no fueron ajenos para quienes habitaron, en aquel entonces, la Isla y el resto del continente americano.

El catedrático del Departamento de Ciencias Sociales en la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Luis a Ferrao se dedicó durante años a investigar la presencia de los puertorriqueños durante la Guerra, mediante entrevistas a sobrevivientes del conflicto y gracias a la colaboración de colegas y amigos, no solo en la Academia, sino también en España. Como resultado de dicho esfuerzo surge el libro, Puertorriqueños en la Guerra Civil Española, Prensa y Testimonios 1936-1939. Texto en el que además se clarifica el efecto dramático que tuvo este acontecimiento en la prensa local.

La investigación inicia poniendo en contexto al lector. Ferrao va hilvanando los sucesos que presidieron al levantamiento militar encabezado por los generales Francisco Franco y Emilio Mola (bando nacional y representantes de la casta militar), los grandes terratenientes, grupos adinerados y la Iglesia Católica contrapuestos a los representantes de la Segunda República (bando republicano), identificados como izquierdistas empeñados en mantener reformas sociales y modernización a raíz de su victoria en las elecciones generales de febrero de 1936.  Ambos bandos se dedicaron a imponer su ideología por medio de torturas y asesinatos. Pero el bando republicano le sumó a esto la quema de conventos, de iglesias y saqueos a todo tipo de instituciones.

El autor divide a los puertorriqueños en tres grupos principales: los jovenes entre las edades de 18 a 25 años que se fueron a estudiar a diversas universidades españolas, los turistas entre los que se destacan familias prominentes como, los Fonalledas (dueños de extensas vaquerías), los Serallés (dueños de la destilería de ron Don Q) y los Abarca (propietarios de una fundición del mismo nombre) y medio centenar de maestras de español del Departamento de Instrucciones Pública. Estas últimas viajaron por fines culturales. El tercer grupo quedó constituído por aquellos puertorriqueños residentes en España, algunos de los cuales tuvieron que regresar a la Isla en busca de paz y respaldados por su ciudadanía norteamericana.

Ferrao identifica seis diarios principales para aquel entonces en Puerto Rico: La Correspondencia, La Democracia, El Día, El Imparcial, El Mundo y El País. Ante el cruento escenario en España, los simpatizantes de Franco y los del bando Republicano ejercieron gran influencia en las notas informativas publicadas por dichos diarios, sobre todo aquellas empresas afiliadas abiertamente al gobierno franquista y que subsidiaban a cambio de publicidad a ciertos rotativos de la época. La censura siempre estuvo presente, las acusaciones de libelo, y los retos a duelos también. “Para ganarse la vida en esa época, los periodistas debían ser diestros no solo en el manejo de la pluma, sino también con la espada y la pistola”, indica Ferrao en su libro.

Uno de los temas más controversiales es tocado en el capítulo 4, la misteriosa muerte del poeta y dramaturgo Federico García Lorca y el tratamiento que le hicieron la prensa española y la puertorriqueña, cargada en determinados casos de prejuicios. Una de las declaraciones más reveladoras, incluida en la obra y relacionada a la muerte de Lorca, la concede a la prensa argentina el propio Francisco Franco.

Las entrevistas están construídas en narrativa, usando el método de preguntas y respuestas o ambas. Además se le insertaron subtemas que permiten identificar con mayo facilidad momentos significativos de los testimonios, entre ellos, los bombardeos, las amenzas y torturas, la solidaridad entre compatriotas boricuas y el terror que imperaba dentro de todo aquel ambiente hostil que inicio poco antes del 1936 y termino, para bien de todos, tres años más tarde en el 1939.

La percepción de lo simbólico en “Metamorfosis”

Por: Johan Figueroa González/ 14 de septiembre de 2009 (1:04 a.m.)/ Revista Latitudes

Cada ser humano, en su búsqueda insaciable de perseguir un deseo, se arriesga a sufrir de una  transformación. Perdemos la forma en la que nos imaginamos, nos vemos…  Sin darnos cuenta, en un proceso de reconocimiento, dudamos de lo que fuimos y de lo que somos: esa ambigüedad mueve la conciencia de las personas que controlan el Mundo.

La transformación, a veces nos llega desde  adentro, quizás un cambio de actitud o simplemente de estilo de vida, otras resultan más evidentes, por ejemplo, cuando metamorfosiamos nuestra apariencia exterior para lograr un objetivo determinado.

“Metamorfosis” de Ovidio, – título simbólico de la transición interna del autor de la obra y de las que experimentaron dioses y semidioses en la mitología griega y romana – es uno de los textos que todo lector asiduo debería leer para comprender su sociedad y su cultura.

Entre los tantísimos mitos, que aún subsisten en nuestros días, encontramos el mito de Narciso, quien se enamora de si mismo, solo que de una forma más profunda a diferencia de la que se conoce popularmente. Narciso fue víctima de las decisiones de otros. Su padre Céfiso, dios del río, viola a la ninfa Liríope, embarazándola. Eco, diosa de mala fama entre los inmortales, es castigada por estos con la maldición de transformarse y repetir todas aquellas palabras que sus oídos puedan captar. En su destino, ya visto por Tiestes el oráculo, ella, se enamora de Narciso. Esto levanta la cólera de algunos dioses y lo condenan a enamorarse de su reflejo para evitar que ame a Eco.

A menudo nos dejamos guiar por las pasiones desenfrenadas, inducidas por otros o por nuestra percepción, las cuales canalizamos a través de los sentidos. El deseo de expandir las fronteras de un país, el reconocimiento de la diferencia de razas y de la “superioridad” de algunas, son una muestra de que somos víctimas de nuestras circunstancias. Unos nacen con la piel blanca, negra, amarilla u otra tonalidad dentro de las tantas que tiene la piel humana. El sentido de la vista nos engaña. Somos producto de la adaptación melanónica de nuestra piel a las condiciones climáticas. El ojo solo ve los que su limitada capacidad le permite captar. El conjunto de mitos, que en “Metamorfosis” se compilan, son una invitación a poner a prueba cada sentido, a ver con las manos, a tocar con los oídos y a oír con el olfato…; todo entremezclado con las múltiples posibilidades que ofrecen los símbolos que allí hábilmente se describen.

Cuando se segregan las poblaciones, mal llamadas “tercer mundistas”, como si proveyesen de un lugar de categoría inferior, las justificaciones que los clasificadores ofrecen para encasillar a los marginados son: la falta de modernidad, de educación o de cultura; medida que parte de la percepción de los que poseen más y se autocatalogan dentro de los países “civilizados y de primer nivel”. ¿Qué hace de un individuo, carnal y frágil ante el medio que lo rodea, más capacitado que otro? ¿Cómo se define la cultura?

La conciencia se transforma, el cuerpo y los sentidos adquieren un nuevo significado. Del polvo venimos y al polvo regresamos, cambiados y transmutados en un otro diferente, pero igual al mismo tiempo; este trayecto lo recorrió Ovidio en su vida de oficial de seguridad, de poeta y cuando se le encarcela: decide habitar en su libro.

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